

En la historia de las Series Mundiales de las Grandes Ligas, hay partidos que se recuerdan por sus hazañas, otros por sus finales dramáticos, y unos pocos por su duración épica. El más largo de todos, en tiempo total, ocurrió en 2018, pero en 2025 se igualó el récord de entradas en una noche que volvió a poner al béisbol en el centro de la conversación mundial.
El 26 de octubre de 2018, los Boston Red Sox y los Los Angeles Dodgers protagonizaron el juego más largo en la historia de una final de la MLB. Se disputaron 18 entradas y el partido duró 7 horas y 20 minutos, finalizando con un walk-off de Max Muncy que le dio la victoria 3–2 a los Dodgers en el Dodger Stadium. Fue una noche que desafió el reloj y celebró la esencia clásica del deporte: resistencia, estrategia y pasión por el juego.
Siete años después, el 27 de octubre de 2025, los Dodgers volvieron a ser protagonistas de un duelo histórico, esta vez ante los Toronto Blue Jays. El juego también se extendió a 18 entradas, igualando el récord de innings en una Serie Mundial, pero con una duración total de 6 horas y 39 minutos, ligeramente más corto que el de 2018. La victoria llegó gracias a un jonrón de oro de Freddie Freeman, que desató la euforia en el Dodger Stadium y consolidó una noche inolvidable. Shohei Ohtani también fue figura, rompiendo una marca de 119 años con su desempeño como lanzador y bateador en el mismo juego.
Estos juegos no solo son récords estadísticos. Representan la capacidad del béisbol para emocionar sin límites de tiempo, para construir narrativas épicas y para conectar generaciones de fanáticos. En un deporte que ha evolucionado hacia la eficiencia, estos encuentros recuerdan que la magia del béisbol también vive en su resistencia.
El juego más largo en una final de la MLB, en tiempo total, sigue siendo el de 2018. Pero el de 2025 igualó el récord de entradas y renovó el legado de los Dodgers como protagonistas de las noches eternas del béisbol. Dos juegos, dos generaciones, una misma pasión.