En 2011, Colombia fue anfitriona del Mundial Sub-20 y presentó una generación que ilusionó al país entero. El equipo dirigido por Eduardo Lara tenía nombres que prometían futuro: James Rodríguez, Luis Muriel, Santiago Arias, Jeison Murillo, Michael Ortega, entre otros. Con un esquema ofensivo y una afición volcada en los estadios, la Tricolor juvenil parecía lista para hacer historia.
El torneo comenzó bien. Colombia superó la fase de grupos con autoridad y avanzó hasta los cuartos de final, donde fue eliminada por México en Bogotá. Aquel golpe no solo dolió por la derrota, sino por la sensación de que ese grupo estaba hecho para más. El país había soñado con el título, y la caída dejó una mezcla de frustración y reflexión.
Con el paso de los años, la mayoría de esos jugadores tomaron caminos distintos. Algunos brillaron en Europa por momentos, otros se perdieron entre lesiones, decisiones erráticas o falta de continuidad. Hoy, de ese once titular, solo James Rodríguez y Santiago Arias siguen siendo parte de la Selección Colombia de mayores. El resto, aunque muchos llegaron al fútbol profesional, no lograron consolidarse como referentes del combinado nacional.
Ese equipo de 2011 es ahora un recuerdo que mezcla ilusión y aprendizaje. Fue una generación que prometía gloria, pero que también mostró lo difícil que es convertir el talento juvenil en éxito sostenido. Porque en el fútbol, como en la vida, no basta con empezar bien: hay que saber mantenerse.